jueves, 17 de marzo de 2011

Proyecto XVI

La niña que quería soñar hoy está empachada. Le duele la barriga y es por su culpa. Ella lo sabe perfectamente y por eso no se queja. ¿A que se debe el empacho? Demasiado chocolate. Pero ella no se queja porque el chocolate es su pasión y cada vez que puede recurre a él, ya sea para pasar un buen rato, para saciar su hambre o para olvidar. Esta vez ha sido por una apuesta, pero en el fondo da igual, le va a seguir doliendo la tripa durante un buen rato, asi que cierra los ojos y se deja llevar. El ruido de su estómago le recuerda al mar, a las olas. Le encanta soñar con el mar, la relaja, la lleva de viaje a través de las olas, de los cuentos. Piensa en las gaviotas, en los peces, en las estrellas, en el amor. El mar es como el amor. Cuando uno está enamorado es como si flotara en el mar, siendo arrastrado por la vida, por la brisa, disfrutando de todo en cualquier lugar sin importar donde se está exactamente. Los problemas vienen cuando uno se acerca a la playa, el rompeolas. Las discusiones que te ahogan, el miedo a caer, el miedo a las olas, la tensión, las dudas, las preguntas, los porqués. Una vez llegado a ese punto pueden pasar dos cosas, o que las aguas se calmen volviendo a ser arrastrado mar adentro, o que la resaca de la marea te deje varado en la playa. Solo. Con la cabeza en otra parte. Sin tener muy claro lo que ha pasado, sin saber quien ganó la batalla y quien la perdió. Después de un cierto tiempo en la orilla, dejas de pensar en el mar y descubres que hay arena bajo tus pies. Entonces entretienes tu mente con las cosas que vas encontrando por la playa. ¿Olvidarás el mar? ¿Cómo olvidar algo que tienes delante? El mar y sus olas. No podrás olvidar como te mecían las olas, los peces de alta mar, las gaviotas, pero empezarás a conformarte con las conchas enterradas, con las piedras de colores, hasta que un día no recuerdes que era lo que te gustaba del mar. Y entonces, un día, sin saber muy bien porqué ya no te gustará nadar en el mar, así que cogerás un barco para navegarlo. ¿Miedo? Quizá. Dejarás que tus manos recorran la superficie del agua y sentirás la misma sensación que la primera vez. Pero no querrás recordar y volverás a la orilla, buscarás una botella que llenar con arena y la tirarás al mar. Se hundirá, igual que se hunden las esperanzas, los miedos y los sueños. La niña se siente como esa botella de arena bajando por la inmensidad del océano. Le sigue doliendo la tripa, sigue empachada. Aún así sabe que no va a renunciar al chocolate, mmmmm, chocolate. Imagina peces de chocolate en su mar particular de sueños. Nada como un buen pez de chocolate para volver a soñar, esta vez con los duendes, con las hadas, con manzanas. Fresas con chocolate, nueces con chocolate, le sigue doliendo la tripa pero le da igual, la vida con chocolate tiene otro sabor.

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