Hoy la esponja amarilla no se quiere levantar. ¿Qué le pasa? ¿Acaso se ha resfriado? ¿Acaso los ojos se le han pegado? La niña se acerca y la mira. Aún respira. Por lo menos es un buen comienzo. El niño, preocupado, la mira por todos lados. ¿Acaso algún trozo se le ha descolgado? La revisión termina y parece que todo está en su sitio. Menos mal, el niño se había asustado. ¿Entonces que le pasa a la esponja que todavía no se ha levantado? La esponja duerme. Duerme tan profundamente, que ni el niño ni la niña van a conseguir despertarla hoy. Sueña con el mar, sueña con sus amigos, sueña con piñas y con medusas, sueña con maullidos de caracoles, sueña con tiburones. Duerme tan profundamente que no se da cuenta de que el niño y la niña han ido a buscarla. No se da cuenta de que su historia ya no está en el agua. Puede que quizá se sienta sola. Puede que esto solo sea una historia. ¿Será de esas en las que el final sabe a regaliz? ¿Será de esas historias que te hacen pensar? ¿Acaso será una historia de las que te hacen sufrir? ¿O será de esas en las que no puedes parar de reir?
- Está cansada. Anda, vamos, déjala dormir.
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