sábado, 10 de marzo de 2012

proyecto XXX

La primavera se acerca dejando al invierno en la lejanía, el frío se convierte en calor y el viento en una suave brisa que remueve las hojas de los arboles lentamente. Empiezan a alargarse los días y el sol que entra por la ventana produce una leve morriña cuando empieza la tarde. En una tarde de estas nos encontramos hoy, la niña que quería soñar y la esponja amarilla están tumbadas en el sofá, cada una a su manera, la niña que quería soñar está boca abajo con los pies en el respaldo del sofá y la esponja amarilla apoya su cabeza en el reposa brazos y los pies encima de la barriga de la niña. Tras un rato con los ojos cerrados la  niña empieza a soñar en voz alta.

- ¿Sabes qué esponja? El amor y el trabajo son una cosa muy parecida, por no decir que son básicamente lo mismo.

La esponja amarilla abrió un ojo, se giró en dirección a la niña y se dispuso a escucharla.

- Si, te explico. Cuando te enamoras de alguien, ese alguien se convierte en la persona perfecta. Todo en él es perfecto, sus ojos, sus labios, sus manos, su culo, su sonrisa, todo. Con el trabajo pasa lo mismo, lo ves y dices, es el trabajo de mis sueños, el amor de mi vida. Entras en la etapa perfección. Suspiras por cada gesto que no te hace a ti porque ni siquiera sabe que existes, por cada palabra que sale de su boca, por cada mirada, por cada momento que pasa con sus amigos, en general por cualquier cosa que hace la gente normal. Después de la fase perfección entras en la fase sueño. Te pasas el día soñando con eso. Te pones a soñar como sería trabajar allí, las cosas que podrías hacer, como podrías mejorar, como podrías alcanzar las metas que te propusieran y lo feliz que serías en aquel lugar. Luego llega la fase reto. Te propones retos que tienes que conseguir, chocar con él, hablar con él, sacarle tema de conversación, en definitiva, esta es la etapa de acercamiento, el reto es hacer que él o el trabajo sepa que existes. Una vez superada esta fase llega la de idolatración, que es como la etapa perfección pero mucho más intensa porque ahora además de ser perfecto sabe que existes, lo que lo convierte en un semi dios. En esta etapa la percepción del tiempo varía sobre la que tendría una persona en su sano juicio, es decir, cuando estás con él el tiempo pasa extremadamente rápido y cuando no estás con él el tiempo pasa extremadamente lento. En el trabajo pasa lo mismo, estás tan pendiente de hacer lo que te gusta que apenas reparas en que han pasado 6, 10, 18, 20 horas desde que entraste a trabajar. Pero el tiempo no te importa porque en definitiva has alcanzado tu reto, que te conozca, pasar tiempo con él, que sepa que existes y eso te provoca una sensación de felicidad extrema. La duración de esta etapa depende de cada persona y de cada circunstancia pero suele ser bastante larga. Una vez superada esta fase caemos en la fase de conocimiento. Esta fase se alcanza cuando ya lo conoces bien, has conseguido que sea un buen amigo, que confíe en ti, que te hable sin tener que inventarte algo increíble para que te escuche y estás descubriendo como es en verdad, su forma de ser propiamente dicha. Ya no es tan perfecto como antes porque tiene sus defectos pero oye, ¿quién no tiene defectos? ¿acaso existe el trabajo ideal? pero te gusta tanto que los defectos que vas encontrando se suplen con las ganas que tienes de seguir trabajando. Tiempo después te das cuenta de que el muchacho en cuestión es un cabrón, así con todas las letras, pero no sabes que tiene que cada día te gusta más, o eso dicen, que los tíos cabrones siempre tienen ese no se qué que nos vuelve locas, en esta fase piensas que ese dicho tiene toda la razón del mundo. En cuanto al trabajo te das cuenta de que le dedicas tanto tiempo que no te queda para dedicarle a otras cosas, cosas que antes si que hacías pero te gusta tanto tu trabajo que no te importa, ya las harás en otro momento. Tras esta fase llega la fase de regalo. Yo la llamo así porque en esta fase se acentúa la fase cabrón pero descubres que de vez en cuando salen las cosas bien, y ese pico de alegría es el que te ayuda a seguir adelante con la misma fuerza y energía que el primer día. Es cuando estás embobada mirándolo y de repente él te mira y te sonríe, o te da un abrazo sin venir a cuento, cosas fortuitas que hacen que todas las mariposas dormidas de tu estómago despierten a la vez provocando un tornado de magnitud cuatro y que hace que olvides todos los malos momentos que te hace pasar. Después de esto hay una fase de digamos, aceptación. Confirmas que él es un cabrón, que el trabajo es duro, pero oye, es lo que te gusta y lo aceptas, tal y como es y sabes que es semi perfecto, que ya no es un dios, que es un mortal como los demás pero que tiene ese algo especial que hace que cada esfuerzo valga la pena. Llegado a este punto se puede entrar en la fase de amistad, en la que él te trata como si fueras un colega más del grupo. Empieza a ganar confianza, tanta, que hasta te cuenta que chica le gusta, o con quien se ha liado el fin de semana anterior, y tú lo escuchas aunque empieces a hacer una lista de tías a las que matar, pero dejas tu lado asesino a un lado porque él sigue siendo lo importante. El trabajo es lo más importante, en lo que se centra tu vida, por lo que te levantas cada  mañana con una sonrisa y los días pasan. Llega un día que sin saber ni como ni cuando te das cuenta de que él ya no es un dios, no es perfecto, de echo tiene bastantes imperfecciones, que estás cansada de sus chistes malos, que por ciertos son siempre los mismos, que sus historias ya no te hacen sonreír, que tu lista de gente a la que matar es más larga que la lista de Schindler y que en definitiva está empezando a dejar de hacerte gracia. En el trabajo pasa lo mismo, llega un día que te levantas por la mañana y empiezas a remolonear en la cama para no ir tan temprano, si total, vas a estar el resto del día allí trabajando, que las cosas que haces se vuelven todas iguales, intentas encontrar la ilusión del primer día y se te antoja demasiado lejano. Es en ese momento en el que empieza la fase pregunta. En ella te preguntas como has llegado hasta ese punto, qué pasó para que los días se convirtieran en una monotonía, qué pasó con aquel chico perfecto que cuando sonreía se paraba el mundo. Y es en ese momento en el que caes de bruces en la realidad, ni el chico era perfecto, ni el trabajo era el de tus sueños, porque los chicos perfectos no existen y los sueños solo son eso, sueños.

A estas alturas, la esponja amarilla hace rato que se ha quedado dormida pero a la niña eso no parece importarle, a veces las cosas necesitan ser contadas aunque no haya nadie para escucharlas.

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